En un Funeral, la Memoria de un Desaparecido

Domingo Bethancourt era hermano de Alcibíades Bethancourt, patriota y revolucionario panameño desaparecido el 16 de febrero de 1971 durante el régimen militar de Omar Torrijos Herrera.

El pasado sábado 18 de julio tuvo lugar el funeral de Domingo Bethancourt Aparicio, “Yiyo” para sus cercanos.  Viviendo en la ciudad capital, sus restos fueron llevados a Punta Chame, pequeño pueblo pesquero, sobre la costa del Pacífico, de donde era oriundo, y en donde, en la pequeña y sencilla capilla del lugar, rodeado de familiares y conocidos, se le dio cristiana sepultura con una misa muy sentida.

¿Quién era Domingo Bethancourt Aparicio  que merece esta nota?  Un hombre humilde, trabajador, sufrido, solo, enfermo, excluido, profundamente servicial, así lo describió con mucha sensibilidad su sobrina Maritza Maestre.   Hubiera cumplido este próximo domingo 64 años de edad.  Un hombre todavía joven, se podría decir.    Como todo ser humano merece una palabra, una lectura de su vida porque en ella todos estamos concernidos de una manera u otra.

Pero la vida de Domingo también tenía algo de particular, algo que le dio como otro  sesgo a su existencia:    era hermano de Alcibíades Bethancourt Aparicio.    Alcibíades, conocido entre sus familiares y amigos, como “Chivale”, fue desaparecido el 16 de febrero de 1971, en el período más crudo y tenebroso de la dictadura militar que sobre el país impuso, a sangre y fuego, Omar Torrijos Herrera y su camarilla golpista.

Alcibíades, de 33 años en el momento de su desaparición forzada, dedicado a la pesca y a la chapistería, fue un adversario del régimen militar perteneciendo al grupo Vanguardia de Acción Nacional, VAN, que, a su vez, era parte del Frente de Resistencia Popular, FRP, objeto de persecución encarnizada por parte de los militares.

La Guardia Nacional lo fue a buscar a su casa, que fue allanada, intimidando a su madre y su familia, presionándola con engaños para que dijera dónde estaba al que estaban buscando.  Entre los esbirros en esta acción se reconoce a Melbourne Walker y al subteniente Rubén Darío Mascuñana, quien era considerado amigo de la familia, razón por la cual, confiando en su supuesta buena voluntad, le dijeron dónde se hallaba Alcibíades.

Fue precisamente Domingo quien tuvo que llevar a Mascuñana y los demás hasta Punta Chame, viajando en helicóptero desde Tocumen.  Al encontrarlo, y siempre confiando en la supuesta amistad de Mascuñana, Alcibíades Bethancourt se avino a regresar a la ciudad capital, siendo conducido al Cuartel Central de la Guardia Nacional, en donde Domingo lo vio por última vez.  Nunca más se supo de él, sembrando un profundo dolor en la familia que, a pesar del tiempo transcurrido, aún persiste.

Por supuesto que en un tiempo cuando todos los derechos y libertades fueron conculcadas, los ingentes esfuerzos de la familia para saber del paradero de Chivale fueron desatendidos por las autoridades.  En la investigación que finalmente se abre, a insistencia de la familia, el 31 de enero de 1990, poco más de un mes después de la toma del país por el ejército estadounidense con la invasión de diciembre de 1989, se vincula al hecho de la desaparición forzada a Rubén Darío Mascuñana, Nivaldo Madriñán, Manuel Antonio Noriega, Melbourne Walker, Miguel Ángel Quirós Ábrego y al sargento Sánchez Galán.

El Informe de la Comisión de la Verdad de Panamá, que recogió el testimonio de la familia sobre la desaparición de Alcibíades Bethancourt, cita a la Magistrada de la Corte Suprema de Justicia Aura Emérita de Villalaz, que estaba a cargo de la Sala Segunda de lo Penal:    “La Corte deja constancia de que en el presente caso, que tuvo lugar 20 años atrás, no se hizo investigación alguna hasta el mes de enero de 1990 , y a pesar del esfuerzo por impulsar las sumarias frente el exceso de denuncias presentadas, se ha registrado por parte de los abogados , a nombre del ejercicio de la garantía de la defensa, la interposición de una serie de medidas dilatorias  que al entorpecer la investigación, han favorecido la prescripción de los hechos”.

Así que olímpicamente se reconoce que este caso nunca se investigó, evidentemente por la denegación de justicia durante la dictadura, y cuando al fin se logra abrir y dar seguimiento al expediente, los acusados y sus abogados hacen uso de artificios dilatorios que llevaron a la prescripción del caso por parte de la Corte Suprema de Justicia supuestamente por el tiempo transcurrido.

Es obvio que este caso nunca fue objeto de la menor atención por parte de la justicia panameña durante la dictadura, por lo tanto, como dice la norma internacional en materia de violación de derechos humanos, derecho a la vida, como es el caso Bethancourt, no sería sino en enero de 1990, cuando se abre el caso y cuando se comenzaría a contar el tiempo.  Está entendido que los Crímenes de Lesa Humanidad y de violación a los derechos humanos, como los que ocurrieron durante los gobiernos dictatoriales de Torrijos y Noriega, no prescriben.    La justicia panameña tiene que adecuarse a esta norma.

No sería ilógico decir que la vida difícil, alcoholizada y empobrecida que Domingo llevó no tuviera que ver con el hecho que le tocó vivir:    llevar a los responsables de la desaparición hasta donde se encontraba Alcibíades que cuando llegaron estaba en el mar ocupado en su faena de pesca y disfrutando la experiencia libre y plena que es estar en contacto con el mar, el viento, el cielo y la abundancia de peces.  Le tocó dejarlo, quizás confiado, en las manos de un supuesto amigo en la entrada del infierno, de la tortura y del asesinato.

Domingo al fin encontrará a Alcibíades en el gran misterio de la Vida y estarán juntos por siempre, quizás pescando en la eternidad de Dios.