Son 25 años desde que George Bush perpetrara uno de los más grandes crímenes de nuestro continente, la brutal invasión militar a Panamá del 20 de diciembre de 1989.
Para llevarse preso a un solo hombre, Manuel Antonio Noriega, destruyó el barrio de El Chorrillo, fomentó el caos a lo largo y ancho del país y sembró el luto y el dolor en miles de hogares panameños.
Nuestro territorio fue teatro de operaciones militares inéditas, aquí se estrenaron armamento, equipos bélicos, aviones y helicópteros que posteriormente usó el ejército norteamericano en la Guerra del Golfo contra Irak.
Culpable también de este resultado fue el régimen militar y su brazo político el PRD, que pese al repudio de la población intentaron perpetuarse en el poder por la fuerza, ensuciando la causa patriótica de los panameños.
Ello dio pie a que grupos apátridas y traidores aglutinados en la Cruzada Civilista imploraran en Estados Unidos, en un dorado exilio que financiaron con recursos del pueblo de los fondos congelados por Washington, este ataque artero a nuestra soberanía.
Hoy la cúpula del PRD, que no tardó mucho en abrazar al genocida Bush, ex miembros de la Cruzada Civilista y partidos tradicionales en vulgar concubinato en torno a un Pacto de Gobernabilidad, son aliados.
Con la invasión se inauguró lo que algunos llamaron la era democrática. 25 años después estamos ante la presencia de una democracia putrefacta, una crisis y deterioro profundos de la institucionalidad y niveles de corrupción nunca antes experimentados. También han sido 25 años de entreguismo, represión, de violaciones de los derechos humanos y de medidas contra los intereses populares y nacionales.
Esa es la herencia de la invasión.
25 años después del 20 de diciembre, los patriotas panameños seguimos exigiendo que se declare la fecha como Día de Duelo Nacional y se haga justicia a los caídos y sus familiares.
Editorial de La Voz del SUNTRACS